No hay duda de que la gente de la campaña de Juan Manuel Santos está haciendo muy bien su tarea de desorientación. Han puesto a dudar a los que tienen intención de votar por Mockus, a pesar de lo que habían logrado como gestores espontáneos de la prometedora "ola verde", que augura liberar a la opinión pública del yugo de los medios, del embrujo de Uribe y de los trucos que sacan de sus sombreros los magos del enredo, que están haciendo todo lo posible para que la gente no haga realidad esa versión propia del país que quiere, libre de corrupción y de politiquería.
Para contrarrestar ese fenómeno popular verde, que constituye la mejor manera posible de celebrar el bicentenario, los expertos en contar cuentos largos e increíbles (los cuentacuentos) se han dedicado a distraer a la gente enfocándose en algunos aspectos de la personalidad de Mockus y repitiendo incesantemente, por todos los canales de comunicación, incluyendo columnas y editoriales que posan de ser neutrales e incluso favorables, que Mockus no es católico, como si el catolicismo de Uribe hubiera prevenido que fuera a las iglesias protestantes por los voticos, poniendo cara de evangélico; que Mockus dice tonterías y se contradice, como si Uribe no lo hubiera hecho en materia grave, prometiendo acabar con la corrupción y el clientelismo para pasar inmediatamente a utilizarlos, o como si fuera mejor decir mentiras y mantenerse en ellas que rectificar errores; y que Mockus no va a poder manejar a Chávez o derrotar a las Farc, como si Uribe y Juan Manuel hubieran podido hacerlo.
Todo esto ha puesto a los yuppies, a los señores mayores, que todavía se escandalizan de que Mockus se hubiera bajado los pantalones en la Nacional, y a personas tradicionalistas de los partidos tradicionales, a pedirles a sus señoras, a las mamás y a los jóvenes que "voten responsablemente", como si lo responsable fuera permitir que los corruptos continúen llevándose un pedazo cada vez más grande de la torta.
Entre los millones de personas que han impulsado la ola verde hay muchos que no han captado que a Mockus lo recogieron para que dirija la parada porque estaba ahí cuando comenzó el desfile, pero él no lo organizó ni lo inventó, sino que fue una reacción colectiva a un cúmulo de cosas y de eventos que movieron a la opinión pública a reaccionar y a aspirar a algo mejor.
Lo que están logrando los cuentacuentos es que algunos de los que estaban en la procesión se salgan de ella porque el que va adelante zigzaguea, pero sin darse cuenta de que el grueso de los que van atrás saben para dónde van y no se dejan distraer.
La personalidad de los candidatos y sus experiencias como servidores públicos, así como sus atributos y defectos, no son los aspectos importantes del fenómeno político que se está viviendo.
Lo esencial es que los votantes tienen en sus manos la oportunidad de definir autónomamente el destino del país y que algunos candidatos están invirtiendo miles de millones de pesos para convencerlos de que no lo hagan y más bien permitan que quienes lo han manejado tradicionalmente continúen haciéndolo como siempre lo han hecho.
No es cierto que el impulso de la ola verde se haya agotado. Santos le puede ganar a Antanas Mockus por unos pocos puntos en la primera vuelta, como se predice a partir de los resultados de la última encuesta, pero en la segunda vuelta es Santos el que perdería por un mayor margen.
Lo que sucede es que entre la gente que primero vota por Pardo, Vargas, Noemí o Petro hay muchos que votarían después por Antanas. Si hay juego limpio, la ola verde puede cumplir su cometido y los ya conversos no pueden dejarse enredar sino votar por lo que han creído esencial desde un principio.
Si no ganan esta vez, ahí tienen a Adriana Córdoba, la nueva revelación verde, para recoger las banderas y continuar la tarea.
Rudolf Hommes
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