Voy a hacer en voz alta una pregunta que no me ha permitido dormir desde la noche del martes: ¿Cuál fue el peor oso que hizo Noemí Sanín en el debate presidencial? ¿Cuando apareció disfrazada de Evita Perón? ¿Cuando trató de contratar en directo a los 'tres tenores' ante la mirada atónita de Mockus? ¿Cuando, más aduladora que nunca, respondió que quería? hacerle un homenaje al presidente Uribe? ¿Y por qué gritaba? ¿En qué momento Noemí se convirtió en esta especie de lora parlanchina que habla a los gritos y se ríe nerviosamente? ¿La está asesorando ahora la doctora Marta Lucía?
Me lo pregunto porque estoy preocupado: como profesional que vive de burlarse del político criollo reconozco que soy facilista y me la quiero ganar sin mucho esfuerzo. Por eso necesito que triunfe Noemí.
Pero después del debate temo que se desplome muy pronto. Si sigue respondiendo como el martes, no va a votar por ella ni Juan Gabriel Uribe.
Pobre Noemí. No es ocurrente, no se sabe escabullir. Miren, por ejemplo, cuando Juan Manuel Santos le hizo una pregunta miserable sobre un tema económico de esos que ella no conoce, respondió una serie de cosas sobre la 'enfermedad holandesa'. ¿Alguien sabe qué quiso decir? ¿Era acaso un guiño para que la nombraran en la Embajada de Holanda? Si Noemí fuera una persona inteligente le hubiera preguntado a Santos algo que él tampoco pudiera responder: que dijera, por el ejemplo, el nombre de una persona, al menos una, a la que él no haya traicionado.
Pero a Noemí no se le ocurre nada. Sólo blande hacia todos lados una risa nerviosa e irritante. Temeroso de que pierda, por eso, sugiero a los asesores de su campaña que no la dejen asistir a más programas de televisión, a menos que el formato cambie para favorecerla. Digámoslo de una vez: ella es apta para concursos, pero no para debates. Y para que vuelva a enfrentarse a los candidatos es necesario exigir varios cambios en el próximo enfrentamiento.
Para empezar, hay que eliminar participantes. La verdad es que en esos debates hay demasiada gente. Cinco periodistas y siete candidatos. Podían jugar banquitas. Noemí o Santos se cambian con facilidad de equipo y quedan seis contra seis.
Sobra personal. Todos sabemos que hay candidatos repetidos. Por ejemplo: entre Vargas Lleras y Pardo deberían escoger uno porque representan lo mismo. Que se lo jueguen al azar, pero que sean equitativos, que ninguno haga trampa: ya me veo a Pardo, ventajoso, pidiendo que lo definan con piedra, papel y tijera.
Entre Mockus y Fajardo también sobra alguno: ¿en qué otro país se lanzan a la presidencia dos profesores de matemáticas? Con uno es suficiente. Yo dejaría a Mockus. Fajardo se sienta, se viste y se peluquea como si efectivamente hubiera cumplido su sueño de ser arquero del DIM. Sugiero, pues, que se vaya allá, al DIM, a acompañar a otros paquetes chilenos con los que se va a identificar.
Ahora bien, en esa misma dinámica de quitar a los que están repetidos, es fundamental que haya sólo un candidato voltearepas. Sobra Noemí o Juan Manuel. Propongo que el criterio sea dejar al que de ellos dos parezca que se eche menos delineador; es decir, a Noemí.
El único que no tiene un candidato gemelo es Petro, que en todo caso debería retirarse por haberle mentido a la opinión pública: cuando le preguntaron si se demoraba en la ducha, dijo que sí, que bastante: ¿a quién quiere engañar? ¡Él es del Polo! La gente del Polo, todos lo sabemos, se baña muy poco. Miren a un Rojas Birry, a un Venus Albeiro. En cualquier momento los adhiere Cabas. (A propósito de esa pregunta: ¿Por qué se les ocurrió hacer cuestionarios que muestren el lado humano de los aspirantes? ¿Creen que estos pobres candidatos contratan asesores gringos para que les salgan con preguntas del estilo de "¿cuántos pares de zapatos tiene?". ¿Creyeron, acaso, que Navarro Wolf aún era candidato, para que esa misma pregunta al menos fuera capciosa?
Puestas así las cosas, sugiero que al próximo debate vaya Noemí solamente si se dan los siguientes cambios: primero, que en lugar de periodistas, quien haga las preguntas sea Jairo Alonso. Segundo, que los candidatos deban desfilar en vestido de baño y reciban puntos extras si el traje de fantasía es de color fucsia.
En biquini y tacones, y con una franja cruzada que diga "Señorita Antioquia", Noemí podría decir exactamente lo mismo que suele decir, pero sin que se vea mal: frases cantinflescas como la de que "yo, de todas maneras, mi hijo es mi hijo, aunque mi hijo sea gay y yo no lo comparta"; explicaciones sobre su coherencia política, como cuando aclara que ella ha trabajado con Gaviria y Samper, y con Samper y Betancur: Samper y Gaviria, Gaviria y Betancur, Betancur y Samper del mismo modo y en sentido contrario; o gritar de golpe, ya como una loca: "¡Pues con el TPP!", cuando le pregunten cómo acabará el hambre mundial.
Si no es así, es mejor que no asista. Lo digo por su bien. Soy noemicista. Quiero que gane. Tiene cosas que me fascinan. Pongo un ejemplo: el día de la toma del Palacio de Justicia ella era Ministra de Comunicaciones y ordenó transmitir fútbol. Y a mí me encanta el fútbol. Ojalá sea Presidente y haya muchas transmisiones. Quiero ver partidos del Barça, partidos del Santa Fe, incluso partidos del DIM, para poder seguir la carrera de Fajardo.
No comments:
Post a Comment